LAS MÁSCARAS DEL DOLOR
El complejo fenómeno del dolor está mediado tanto por causas físicas como psicológicas y, aunque puede existir dolor psicógeno sin dolor físico, el dolor psicógeno siempre acompaña al dolor físico. Por lo tanto, la experiencia integral del dolor es psíquica, independiente del origen. Así las cosas, a medida que un paciente centra cada vez más la atención en su sensación de dolor, la percepción de la intensidad puede aumentar, situación que lo lleva a presentar quejas que ante los profesionales de salud pueden resultar irracionales, pero que ocultan factores genuinos.1,2 Ahora bien, en la definición del dolor psicógeno es preciso aclarar que, aunque está asociado a factores psicológicos, tiene un estatus diferente a la depresión, la ansiedad, la desesperanza, la ira y otras emociones. Sin embargo, algunos problemas emocionales pueden causar, aumentar o prolongar el dolor y, debido a que el cerebro es el centro que descifra los niveles y la localización del malestar, las personas que tienen un trastorno emocional subyacente tienen un mayor riesgo de presentar dolor psicógeno.2,3
LA DELGADA LÍNEA ENTRE EL DOLOR PSICÓGENO Y EL DOLOR FÍSICO
¿Cómo tener la certeza de que el origen del terrible dolor que refiere el paciente está totalmente en su mente? Más aún, ¿cómo evaluar a alguien que puede tener una lesión orgánica con solapamiento psicógeno? Para responder adecuadamente a estos desafíos de la práctica clínica no hay una respuesta infalible, por lo que la mezcla de paciencia con experiencia será la guía.1
De acuerdo con las imágenes cerebrales, los límites entre el dolor físico y el dolor psicógeno son difusos puesto que hay una sobreposición de las estructuras involucradas en ambos. En efecto, el dolor psicógeno activa varias de las estructuras nociceptivas del cerebro que también se observan en el dolor físico, como algunas áreas de la circunvolución cingulada anterior, la circunvolución frontal 6 inferior, la ínsula, el tálamo y la sustancia gris periacueductal del tronco cerebral. Así mismo, se han identificado otras áreas afectadas, relacionadas con la recompensa y la motivación, entre las que se encuentran el núcleo accumbens y la sustancia gris ventrotegmental.2
No obstante, en la práctica real es importante diferenciar el dolor de la angustia emocional y no desestimar el dolor psicógeno como si este no fuera real. Los dos son tipos de dolor real y pueden provocar un gran sufrimiento.4
Ante la queja de un paciente, no se puede dudar de que su dolor es biológicamente real en tanto que todos los pensamientos y sentimientos tienen una base neurofisiológica. El reto no es identificar el límite entre un tipo de dolor u otro, sino encontrar una manera eficiente de responder ante ese dolor. Por ejemplo, si un paciente, cuyo dolor es la máscara de un reclamo de indemnización por una herida emocional irresuelta, sigue un tratamientoanalgésico convencional, es muy probable que al cabo de unas pocas semanas refiera que los síntomas no han mejorado o han empeorado, y esto no solamente es desalentador para el médico, sino que afecta el estado mental del paciente. Pero, por otro lado, el hecho de que un tratamiento no tenga éxito no significa que el dolor sea meramente psicógeno.1,4
EL DESAFÍO DEL DIAGNÓSTICO Y EL TRATAMIENTO
En el diagnóstico del dolor psicógeno es fundamental tener en cuenta la coherencia entre la descripción que hace el paciente y la evaluación física. Las suposiciones sobre posibles factores psicológicos, como ansiedad, depresión, vida estresante o insatisfacción familiar no pueden ser la base del diagnóstico, pues la concentración en los aspectos emocionales puede hacer perder de vista una causa física que, de hecho, exista.1
Frente a un dolor que se ha vuelto crónico, es importante aplicar estrategias para gestionar la angustia antes de que se desencadenen situaciones más complejas como la desesperanza o incluso la ideación suicida. En este punto, es necesario mostrarles a los pacientes que pedir ayuda psicológica no es estigmatizante, no minimiza la experiencia del dolor que está viviendo y no significa que el médico crea que el dolor es imaginario.3
Involucrar al paciente en su plan de tratamiento, fijando objetivos realistas en conjunto y estableciendo una comunicación abierta que le permita sentir confianza es el primer paso para encontrar un alivio que contemple lo físico y lo psíquico.3
Referencias
1. Psychogenic pain. Orthopaedic medicine and psychogenic pain. Elsevier. 2013:e320-e326. 2. Méndez JC. Dolor psíquico: una mirada a su condición actual. Rev Chil NeuRo-Psiquiat. 2019;57(2):176-182. 3. Chhabria A. Psychogenic Pain Disorder – Differential Diagnosis and Treatment. J Assoc Physicians India. 2015;63(2 Suppl):36-40. 4. Seminowicz D, Pustilnik A, Gioioso MK, et al. Haythornthwaite, & Tor D. Wager, Panel 3: Chronic Pain, “Psychogenic” Pain, and Emotion, 18 J. Health Care L. & Pol’y 275 (2015). Available at: http:// digitalcommons.law.umaryland.edu/jhclp/vol18/iss2/5